Al día siguiente comenzamos con los niños de infantil. Lucía se presentó en el aula con una caja donde traía todas sus marionetas de dedo, (por si las necesitaba para contar mis cuentos). Xavi, su papá estuvo conmigo toda la mañana, sin perder palabra, escuchando las historias como un niño más. Entre sesión y sesión, el recreo y un café.
La expectación entre alumnos, profesores y padres era grande. Nunca se había hecho una sesión de cuentos, ni en el colegio, ni en el otro colegio (donde conté al día siguiente), ni en la biblioteca como me contó la responsable, ni el ayuntamiento con motivo de las fiestas etc..
Y la experiencia gustó. Tanto que van a repetir. tanto que, al despedirnos, Xavi me dijo que nunca lo había pasado tan bien. Tanto, que el otro colegio ya sabía cuando llegué como había ido, como había gustado y como habían disfrutado los niños más mayores con Caperucita, la princesa y el príncipe.
Una pena que la persona responsable del IES me colgara el teléfono cuando llamé con bastante antelación por si querían una sesión para los chicos. Una pena que el Ayuntamiento no destine nada, pero nada de nada, a cultura (como me comentó la concejala en su despacho). Y una suerte que todavía queden padres que luchen por llevar los cuentos a sus niños.
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