A pesar de la tarde fría y ventosa, el local estaba lleno. La sesión para público infantil y familiar. Y la sala dividida en dos partes: una formada por un público que vino expresamente a hacer lo que se hace durante una sesión de cuentos, ESCUCHAR. La otra, formada por un grupo de mamis con sus peques, muy peques, (menos de tres años), que no tenían claro que no estaban en una cafetería o un parque de bolas y dejaron a los nenes corretear a su antojo por el escenario, mientras ellas charlaban de sus cosas sin dejar escuchar a los demás.
Y mira que les avisé desde el principio. Pero aquello de que no hay mejor sordo que el que no quiere oir, lo cumplen al pelo.
Una pena.
Y un lujo tener a esa pequeña parte de oyentes atentos, a pesar del murmullo y del jaleo. Gracias por vuestra presencia y apoyo a esta actividad-
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